DEBIDO A LA POLÉMICA DESATADA
TRAS EL ACCIDENTE SUFRIDO POR S.M. EL REY EN UNA CACERÍA SE HA ABIERTO
DE NUEVO EL DEBATE, EN ALGUNOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN SOBRE, CAZA SÍ
CAZA NO. EL PRESIDENTE DE LA RFEC HA SALIDO EN DEFENSA DE ÉSTA Y HA
DECLARADO EN EL DIARIO EL MUNDO DE 18 DE ABRIL DE 2012 LO SIGUIENTE.
Establecer el debate entre caza si o
caza no desde un planteamiento de aceptación o rechazo personal de la
actividad solo conduce a la imposición y como algunos pretenden a la
prohibición y por tanto a la violación de la libertad y los derechos de
unos ante los postulados y presupuestos presuntamente morales de otros.
Habría que señalar a este respecto el hombre sin caza no sería siquiera
hombre y que la ganadería no es sino caza estabulada. Las especies que
antes se cazaban, muflones-ovejas, íbices-cabras, uros-vacas o
jabalíes-cerdos se han domesticado y estabulado para aumentar y disponer
de ellos de manera masiva y asequible para la alimentación, el vestido
y el calzado de la humanidad. Simplemente y aunque suene a sarcasmo
habría que reflexionar que para comer jamón hay que matar cochinos, que
para comer pollo hay que sacrificar gallinas y que las chuletas de
lechal , llevando la cuestión a su término, habrían de calificarse de
infanticidio.
Pero ese no es ya el debate. La realidad
de la actividad cinegética es hoy más defendible que nunca y las
razones y hechos probados en que se sustenta quedan fuera de toda
discusión racional y científica.
La caza es económicamente necesaria en
España, aporta más de 4.000 millones de euros al PIB tanto de manera
directa e indirecta en sectores que van desde la cartuchería, la ropa o
la hostelería. La renta agraria depende de las explotaciones
cinegéticas de manera creciente y sostenible. El mantenimiento de las
poblaciones rurales -esas si que en verdadero peligro de extinción- está
directamente vinculado a la practica de esa actividad.
Hoy nadie puede
discutir esto y cuando en verdad se establece quien aporta a la
sociedad un valor la pregunta había que trasladarla a cierto ecologismo.
¿Qué aportan ellos al mantenimiento del medio rural y de la población
que allí permanece? O tal vez queramos contemplar el campo como un lugar
donde los urbanitas vamos de paseo, como quien visita una postal,
durante nuestro ocio del fin de semana.
Pero hay más. La caza es el elemento
esencial de conservación en España. Los cazadores son quienes gestionan y
cuidan de más del 80% de la superficie. Son ellos quienes se
responsabilizan del cuidado de esos espacios y de que exista tanto una
población de especies tanto cinegéticas como las no cinegéticas que
predan sobre esas otras.
Los cazadores trabajan por y para la caza
todos los días en silencio, pero cuando hay que salir a la calle a
defender sus derechos, salen todos juntos. Quedó demostrado el primero
de marzo de 2008 en la manifestación en Madrid con el lema, “Por la Caza
el Campo y la Conservación”.
Las dos joyas de nuestra fauna, el lince
y el águila imperial, no necesitan de tantos discursos, lo que
necesitan es conejos. Hoy merced a esa conciencia conservacionista que
por fortuna se extiende por toda la sociedad y que los cazadores asumen
como propia (Rodríguez de la Fuente y Delibes, sus precursores y
profetas fueron grandes cazadores) la evolución de nuestra fauna es muy
positiva y con los esfuerzos de todos podemos presumir de una
biodiversidad incomparable en Europa. Un buen ejemplo es el oso pardo,
que ha visto triplicado su número y en cuya defensa los cazadores se
encuentran profundamente implicados.
Por supuesto que en un colectivo tan
grande, un millón, existen malas practica y hasta autenticas canalladas.
La RFEC es particularmente beligerante contra el veneno, una plaga que
hay que extirpar de nuestros campos, y el maltrato animal. De hecho
denunciamos y nos personamos judicialmente cuando alguna de esas
atrocidades se producen, máxime cuando los afectados son los perros, el
compañero y amigo del verdadero cazador.
Economía, sostenibilidad y conservación.
Esos son los verdaderos argumentos y la verdadera practica de todos
esos cientos de miles de personas, la inmensa mayoría de extracción
popular y rural. Pretender asimilar la caza al señoritismo de algunas
grandes fortunas es tan irreal como demagógico. Por supuesto, como en
todos los aspectos de la vida, hay potentados que gozan de
espectaculares fincas, como cuando en una playa los hay con yate y una
inmensa mayoría con sombrilla.
Pues igual en el mundo de la caza,
interclasista, popular en grado sumo y que no entiende de ideología
aunque haya una cierta tendencia a su ocultación por considerarse no
políticamente correcta. Baste el botón de muestra de sus practicantes en
las zonas rurales y que carnét político tiene cada uno. Uno de los más
reconocidos galgueros es el viejo luchador comunista Antonio Romero.
La caza es tan imprescindible para el
mantenimiento del equilibrio ecológico que cuando esta no se permite ha
de ejercerse de una u otra manera. Así sucede cuando en determinados
Parques Nacionales, donde esta prohibida, la guardería o gentes
contratadas y pagadas para ello han de abatir esos excedentes
poblacionales que ponen el peligro el parque y a otras especies.
La
proliferación de jabalíes es letal para el urogallo en los Pirineos, la
de cabra montes en Sierra Nevada obligo a eliminar 3.000 ejemplares y
exceso de cérvidos amenazó Cabañeros y su control dio lugar a practicas
absolutamente intolerables. Hoy planteamos que para ejercer ese control y
en vez de un coste bien pudiera haber un beneficio que repercutiera a
favor de esos entornos, pues, rigurosa y controladamente, los cazadores
harían esa labor y pagarían por ello. Como hacen y es una esencial
fuente de riqueza en países como Polonia, Hungría, Rumania, Sudáfrica,
Angola, Mozambique y el ahora tan mentado Bostwana.
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